domingo, 4 de septiembre de 2011

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD. Impresiones



He particpado de la JMJ en Madrid. La vivencia de estas Jornadas trascienden lo que un encuentro de fe podría significar para el grupo participante. Nos ocurre que cuando vamos a un Santuario Mariano, por ejemplo, con los que compartimos el momento estamos de acuerdo que la jornada fue maravillosa. Comentamos las gracias que del Señor hemos recibido por mediación de la Virgen. Pero con los que no fueron no podemos más que decirles el mucho bien que nos hizo.



Con la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid ahora, en agosto, ocurre algo más. Ya no se trata de una iniciativa personal por devoción personal. Fue una convocatoria del Papa, el Pastor Universal de la Iglesia, hecha a todos los jóvenes. Todos los bautizados fuimos convocados en ellos. Los sacerdotes, religiosos y muchos adultos, que por la Providencia de Dios hemos podido participar directamente, acudimos a este llamado. De hecho fueron las primeras palabras del Santo Padre en el encuentro con los jóvenes en la plaza de Cibeles a su llegada el jueves 18 de agosto: "Queridos amigos, gracias para haber r

espondido a este llamado" Fuimos la Iglesia convocada por su Pastor.



Lo que allí aconteció y lo que se dijo, también es para todos nosotros. Todos los bautizados. Esa es la misión de todos los participantes directos. Hay cosas que no se dijeron con palabras. Se dijeron con los hechos. Un millón quinientos mil jóvenes de ciento noventa y seis países decían que la fe en Cristo es una motivación más que fuerte para sentirnos llamados por él. Dijeron que el ser miembro de la Iglesia identifica con una comunidad concreta, con un Pastor concreto. Que si nos sentimos llamados, y respondemos al llamado, tenemos la fuerza suficiente para dar al mundo una respuesta de vida, desde el Evangelio que queremos vivir.



La Jornada fue celebrada en Madrid, capital de un País donde el secularismo ha llevado al olvido de los bienes espirituales. Patéticamente, me tocó encontrar a un joven sajón en un subte que me dijo: "El Papa, la fe, estupideces. Pierden el tiempo". Le dije: "El Papa, la fe es por Dios, en Dios hemos creído y por él hemos venido". Me respondió: "Dios no existe". Le dije: "!Qué pena! No has conocido el amor de Dios" Me respondió: "El amor no existe, Dios no existe. Sólo Satanás existe". Aunque patético, no podía ser la mejor expresión de que el ateísmo proveniente del secularismo es verdaderamente un espíritu de muerte y de mal. Tan mal que hasta se lo adora personificado. En definitiva, la conciencia del pecado como oposición a Dios está clara en la idea secularista más honesta.



La prensa de la mala noticia, se ocupó de promocionar largamente (según nos contaron) la oposición de unos cinco mil (según la prensa) o dos mil (según la policía) que con los peregrinos sólo tuvieron pocos pero tristes encuentros. En algunos casos insultando o reclamando por qué fueron a España. En otros insultos de tipo más ideológico que otra cosa. Pero todo eso no logró empañar ni un poco la inmensa alegría con la que todos participamos en la Jornada.





A este País nos convocó el Papa. ¿No podría habérsele ocurrido invitarnos a México y gozar de la fe tan viva que tiene el común del pueblo mexicano? ¿No podría habernos invitado a Angola, donde la Iglesia crece y crece a pasos agigantados? Este Papa, ya anciano en su modo de caminar, fuerte en su modo de actuar, nos invitó al lugar donde es necesario anunciar el Evangelio de Cristo. No buscó el exitismo ni para sí ni para la Iglesia. Buscó que fuéramos Iglesia. Esto es lo segundo que se dijo sin decirlo: el cristiano no lo es más porque la sociedad lo apruebe, sino porque viva y testimonie su fe allí donde está.



Las palabras del Santo Padre fueron pocas, se puede decir, pero muy concretas: Para vivir como discípulo de Jesús no basta el sentimiento. Hay que vivir los Sacramentos: la reconciliación y la misa del domingo. En esto fue muy claro, quizá demasiado. Quizá muy concreto. Su llamado no fue porque los jóvenes asistan a misa siempre, sino porque nuestras comunidades tienen un alto índice de inasistencia. Pero, es necesario decirlo, la razón de fondo no fue esa. Sino que la Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana. Por esa razón. Porque los Sacramentos son los medios eficaces para vivir en la gracia de Cristo. Porque la Reconciliación es el camino del encuentro auténtico con el Padre Dios quien en Cristo nos ha reconciliado con él.



Esto es lo que es para todos nosotros. Hubo más. Todos los actos (que fueron muchos aparte de los masivos) estaban marcados por el hecho de la Reconciliación y la Adoración eucarística. Donde fueras lo había. En el mismo Parque del Buen Retiro habían seis mil sacerdotes confesando en cuanto idioma circulaba por allí. Esto desde las 12 del mediodía hasta las 21 hs durante toda la semana de la JMJ. En el mismo parque la adoración eucarística no faltaba. Las Misioneras de la Caridad se ocuparon de estar allí y ordenar la larguísima fila de jóvenes que querían entrar a la gran carpa donde Jesús Sacramentado estaba para adorar un momento al Señor. En un silencio de todos los idiomas, Jesús nos habló al corazón.



Creo que esta primera impresión alcanza para este post ¿no? Bendigamos al Señor por tanto bien. Por habernos llamado a ser testigos de su Hijo. Lo bendigamos por la fe que nos llena y nos mantiene fuertes en el camino. Hay más.. como dice esta canción de los Discípulos de Jesús de San Juan Bautista: "No puedo callar, mi corazón quiere gritar: ¡para mí la vida es Cristo!"

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