sábado, 12 de mayo de 2012

PRIMER BEATA BONAERENSE. MADRE CRESCENCIA PEREZ


El 21 de abril, desde nuestra parroquia, se realizó una peregrinación para venerar las reliquias de la Hermana Crescencia Pérez, religiosa de la Hermanas del Huerto, en la localidad de Pergamino, pronta ha ser beatificada. Se está por organizar otra peregrinación para la fecha de su beatificación, ya que la Hermana Superiora ha informado la fecha de esta celebración. 

A continuación, la noticia dada por el boletín del Obispado y la hermosa historia de esta religiosa.





“Con gran alegría la Superiora General de las
Hermanas del Huerto anuncia la fecha de la beatificación de la Hermana María
Crescencia Pérez, que tendrá lugar en Pergamino (Argentina) el 17 de noviembre
de 2012, según lo dispuesto por la Santa Sede. El delegado papal que presidirá
la ceremonia será el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para
las Causas de los Santos”.




Con este breve mensaje, la Madre General de la
Congregación Hijas de María Santísima del Huerto, hermana Terezinha María
Petry, informó a la Argentina y al mundo [la congregación tiene 122 casas en el
mundo, 42 de las cuales están en la Argentina] sobre la tan esperada fecha de
beatificación de la Venerable María Angélica Pérez (María Crescencia), nacida
el 17 de agosto de 1897 en la localidad bonaerense de San Martín y fallecida en
Chile el 20 de mayo de 1932.




Con la próxima beatificación de Sor Crescencia Pérez
la Argentina contará con siete beatos.







Sor María Crescencia Pérez


María Crescencia Pérez




La Venerable María Crescencia Pérez nació en San
Martín, provincia de Buenos Aires, el 17 de agosto de 1897, quinta hija de un
hogar de inmigrantes gallegos, pobres de bienes materiales pero ricos en fe y
en hijos. Fue bautizada en la parroquia de Jesús Amoroso, hoy catedral Jesús
Buen Pastor de la diócesis de San Martín.




Debido a la enfermedad de la joven madre, la familia
se trasladó a Pergamino, con las pocas cosas que poseían, una profunda fe y
todos sus niños: Agustín, Aída, María Luisa, José María y María Angélica, que
crecieron con hondas convicciones religiosas. "Vivíamos nuestra pobreza
con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no
añorábamos la falta de tantas cosas. El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes,
ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos”.




La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el
Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores.




Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de
los años, tomó un curso definitivo cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en
el noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. El 1º de agosto de
1916 se consagró en el altar de la casa provincial y al contemplar las
reliquias de San Crescencio recientemente llegadas de Roma, decidió adoptar su
nombre: Crescencia.




Recibió el santo hábito el 2
de septiembre de 1918
, en
circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez.









No deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida
santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a
su misión como Hija de la Caridad, haciéndose "toda para todos", en
obediencia perfecta y en caridad ilimitada.




Según testigos, la virtud sobresaliente de María
Crescencia fue la humildad, que le permitió vivir las grandes exigencias de la
caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con íntima y serena alegría.
Era feliz de poder hacer la voluntad de Dios. Los primeros años de su vida
religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeñó como maestra de labores y catequesis,
en primer lugar en la escuela taller junto a la casa provincial y después en el
Colegio del Huerto de Buenos Aires, en la calle Rincón.




Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios
a los enfermos, en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata, lugar dedicado
exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis
ósea. Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida
y seriamente, sus superioras decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase
a recuperarse. Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde
las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915.




En 1928 sor María Crescencia visitó por última vez
Pergamino para despedirse para siempre de los suyos, y acompañada por la Madre
Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que
cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de
una vida heroica en la virtud. Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en
aquel momento, seis años antes había sufrido un devastador terremoto, que
destruyó casi la totalidad de las casas de la población. A partir de este hecho
doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se prolongó
por muchos años.




La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas
familias sin techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros
pueblos, hicieron que se cumpliese el deseo del fundador de la congregación del
Huerto, San Antonio María Gianelli: "Lleven siempre la pobreza consigo y
vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras
Hermanas no pueden ir".




Pese a lo mucho que le costó dejar su patria, su
familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios y
con gusto aceptó lo que le pedía. Había dicho: "Por cumplir la voluntad de
Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al
servicio de sus hermanos enfermos, dentro de la alegría de una vida comunitaria
y creciendo incesantemente en el amor de Dios a quien había consagrado su vida,
hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti
mismo".




Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue
internada tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para
evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida las pasó nuevamente en
Vallenar, en su comunidad, edificando a las hermanas con su serenidad y
profunda paz interior.




Con verdadera piedad recibió
el Santo Viático, rodeada de su superiora y hermanas y mientras rezaba con los
presentes las oraciones de los agonizantes entregó su alma a Dios. Así murió
santamente, el 20 de mayo de 1932.




A poco de morir, en el colegio del Huerto de
Quillota, a 600 kilómetros de Vallenar, estando las Hermanas reunidas
percibieron una fragancia semejante al perfume de violetas, que permaneció
varios días dentro de los muros del colegio. Ante este hecho inexplicable, la
Superiora dijo: "Ha muerto la Hermana Crescencia". Al rato llegó un
telegrama avisando su muerte.




Cuando la comunidad del Huerto dejó Vallenar, la
población no quiso que se llevasen el cuerpo de quien llamaban "La
santita". Por eso quedó allí 35 años, hasta que el 8 de noviembre de 1966
la Congregación dispuso el traslado de sus restos a Quillota. Al abrir el ataúd
para reducir sus restos y colocarlos en una pequeña urna, encontraron su cuerpo
y su hábito intactos y en perfecta conservación. Toda la ciudad de Vallenar se
congregó para constatar este hecho tan singular. Se realiza nuevamente el
velatorio y luego fue llevada a Quillota donde descansó 17 años en la bóveda de
las Hermanas.




En 1983 se trasladó su cuerpo al panteón de las
Hermanas en Pergamino hasta el 26 de julio de 1986 en que, con motivo de la
apertura del proceso diocesano en orden a su beatificación, se lo trasladó a la
Capilla del Colegio del Huerto.




El 3 de octubre de 1990 la Congregación para las
Causas de los Santos abrió el proceso en Roma.




Su tumba es constantemente visitada por numerosos
peregrinos que de todas partes del país vienen a venerar sus restos, a pedir
ayuda o a agradecer sus favores.




El caso que movió a iniciar el proceso de
canonización ocurrió en 1995. Fue el de una mujer, María Sara Pane, enferma de
hepatitis aguda, agravada por una diabetes infanto-juvenil que obligaron a un
trasplante de hígado. De no realizarse la intervención, le quedarían solo tres
días de vida.




En esta situación, una religiosa que visitaba el
Hospital Italiano de Buenos Aires, donde estaba internada, le acercó una
estampita con la imagen de María Crescencia, que la enferma tomó en sus manos
implorando su curación. Era el 2 de abril de 1995 cuando los médicos del
Hospital Italiano comprobaron que la paciente estaba totalmente curada y que no
era necesario ningún trasplante. El 12 de abril recibió el alta y el médico que
la atendía dijo que era la primera vez en su vida que veía que la ciencia y un
milagro se habían combinado.




Transcurrido el largo proceso canónico, el 19 de
diciembre de 2011 el papa Benedicto XVI autorizó la beatificación que ahora se
informó que será en la ciudad bonaerense de Pergamino el 17 de noviembre
próximo.




Los restos de la nueva beata argentina están desde
1986 en la capilla del colegio de las hermanas del Huerto, de Pergamino, en la
calle que lleva su nombre, Hermana María Crescencia Pérez 646, por día viene
más de un centenar de personas de todo el país y del extranjero, de algunos de
los 13 países donde hay hermanas de la congregación del Huerto.

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